No ha sido fácil quedar con él. Después de varias llamadas consigo que Petunia, su asistenta, atienda mi petición de entrevistarme con el dueño de la casa. Concertada la fecha a través de la intermediaria, llega el día. Hace sol, nos citamos en una cafetería céntrica, pero alejada del bullicio, no quiero despertar la parte misántropa de Theodor Bassington. 
    Es puntual, y con gestos le remite al camarero que le sirva lo mismo que he pedido yo: un cortado. Anda con una ligera curvatura de espalda de rastreador de setas, el pelo de la nuca liberado de la opresión de potingues capilares y sin el repaso de un peine. Me saluda como si le dolieran las articulaciones al hacerlo, pero con calidez en su mano. Ambos nos sentimos extraños, sé que él me observa con disimulo y revisa mis facciones y cada uno de mis movimientos. Por momentos me siento encorsetado, amago inspiraciones fuertes para no parecer que suspiro, y me distraigo removiendo el azúcar con la cucharilla. Él dispara primero, con una mirada severa pero carente de malicia.

BASSINGTON: ¿Cómo puede ser usted más joven que yo? ¿Desde cuándo un padre tiene menos edad que su hijo?

    Sonrío ante su comentario.
XAVI: Ventajas del mundo de ficción.

B: En eso tiene razón, además, soy inmortal, aunque haya sido descrito como viejo, achacoso y caduco.

X: Hablemos de su participación en “Venit pluvia!”. ¿Cómo se sintió?

Antes de responder, Bassington alarga una sonrisa con un visaje socarrón.
B: ¿Qué puede decir el bracero del trabajo que le encomienda su patrón? Fueron jornadas lentas, su ritmo de redactado no es ágil, pero las veladas compartidas, principalmente en el caserón de “Overland” con algunos de mis compañeros de reparto, fueron refocilantes.

X: ¿Con quién tuvo más apego, entre todos los personajes?

B: Fui diseñado con un vetusto armazón y un interior nostálgico. Siempre deseamos aquello que no tenemos o hemos perdido. Lupo Kodar, es un loco maravilloso por el que sentí gran afecto. Nos hizo sufrir a todo el equipo en su peligrosa escena de la escafandra. Las niñas: Poppy, Perséfone y Molly, también nos regalaron su energía juvenil.

Bassington remueve el café y sorbe con disgusto.
B: ¿No ha pensado nunca en escribir un relato en el que el asesino mate a un camarero por servir los cafés fríos? (niega molesto) Hollyday Packy, el grandullón, marcado por su impactante físico, un luchador, un hombre de gran valua. Dejó un buen recuerdo en mi memoria, “Fogo” también, por supuesto.

X: ¿Y Mary Kate, la ilustradora?

B: Un postre demasiado dulce. Todo en ella es excesivo: su tono amartelado, sus ademanes... No obstante, fue de vital participación en el desenlace.

X: ¿Ha sido una de sus experiencias más memorables?

B: ¡Un desiderátum! Nunca había gozado de punzadas sensoriales de ese calibre. Incluso he podido perecer. Erré antes al definirme como un ser perpetuo; la pluma de mi páter, es la que puede terminar conmigo. ¿Lo hará algún día?

X: No hasta que sea la estrella protagonista. Háblenos de sus próximas andanzas, los lectores quieren saber más.

B: Utilizando un lenguaje cinematográfico, que a usted tanto le gusta, le diré que se han rodado los 38 capítulos que estaban previstos en el manuscrito, pero aún no hay nada registrado, según me informan.

X: ¿Es cierto que hay en ciernes una tercera entrega, pero que ha pedido una cantidad ingente para participar en ella?

B: “Sapere aude”, “atrévete a saber”. ¡Diablos, es un cotilla, que me ataca con preguntas retóricas!

X: No se sulfure. Entonces, ¿es cierto?

B: Sin ser ostentoso, el público no compra los libros por su renombre. ¿Quién es Xavi Domínguez, sino un desconocido escritor? Hasta mis oídos ha llegado el desaliento de la tibia reacción de su entorno. El lector obtiene el júbilo con mi oratoria, mis repentinos ataques de presciencia y la espectacular banda sonora de las tempestades. (Detiene su locución). “Venit pluvia!” me agotó. Las condiciones climáticas del final fueron francamente duras, para un avejentado como yo. La que está por llegar fue un repecho duro de transitar. Soy de vida austera, pero incluso así los gastos son tan fértiles como el peor de los virus.

X: ¿Así que ha pedido unos emolumentos similares a los de Marlon Brando en “Supermán”?

B: Desconozco esa película, la última que vi de él fue “El rostro impenetrable”.

    Bassington apura su café sin escatimar muecas. Me doy cuenta de mi gazapo, pues este personaje está instalado ahora mismo en el verano de 1961 y yo le hecho referencia a una película estrenada 17 años más tarde. Muestra signos de cansancio y me propongo finalizar la entrevista.

X: Para terminar, ¿qué mensaje lanzaría para que la gente se animara a leer “Venit pluvia!”?

B: La lectura es un acicate, un premio, un teatrillo donde vestimos a los personajes como queremos. La comodidad de tener nuestro propio cine en la butaca de la sala de estar, en la cama o un banco del parque. En esta novela encontrarán un remolino de sensaciones, figuras divertidas, pintorescas, llenas de humanidad, ingenio y también maldad; luces fomentadas por la naturaleza y chubascos por doquier; una maravillosa manera de vivir en primera fila veladas procelosas sin recibir ni una gota. Divertimento asegurado. ¿Quieren destapar el olfato y el gusto para que se unan al festejo de los sentidos y arriben al culmen? El libro en la mano izquierda, y en la diestra un tazón de consomé con higadillos. Si encima es de noche y llueve, bajen la luz, entornen la ventana y gocen del placentero conglomerado de sensaciones. Leer es fácil y divertido.

    Me despido de Theodor Bassington, admirado por su locuacidad y deseoso de conocer sus próximas peripecias.