"¿Tiene fuego?"

Una tenue humareda nos rodeó formando un telón con reminiscencias a tabaco rubio. Volvió a aspirar aire y esta vez la chimenea fueron sus fosas nasales. Arrugó la nariz tal niña inocente que quisiera corromper mi quietud. Me sonrió y con una aceleración hizo que el cortinaje de su ondulada y clara crin modificara la expresión de su rostro. No veía sus dientes, pero intuía que tras los perfilados labios habían crecido unos colmillos de un ser iracundo de lascivia. Sus sigilosas yemas treparon hacia mis rodillas y antes que me dominara la así por la cintura besándola como si hundiera un pico en una ladera rocosa. ¡Era mía!