"La alegría de vivir" relato para el grupo "Mini cuentos"

“¡Es legal!”, pensó enfervorizado Joseph Balsam, enjaulando el rostro entre sus manos, por unos segundos.
Apoyado en una farola, el razonamiento del último caso volteaba por la mente de este voraz abogado de la firma “Guts&Etikka Asociados”. El peinado matutino era el flequillo de un golfante que regresa de parranda. Joseph, para amortiguar su desazón, repitió la frase tirando de la corbata, que se desaliñó marcando una comba que conjuntaba con el mechón caído.
    Unas cosquillas por encima del tobillo, levantaron una tregua en sus tribulaciones. Un gato callejero, moteado, le había rozado en una carantoña que reclamaba atención.Apenas sin mirarlo, lo rehusó con un gesto despectivo, pero el desagravio no fue sufciente para evitar un lametón. Después de ello y de quedarse solo, el abogado, musitó en voz alta, despreocupado de que alguien lo sorprendiera hablando consigo mismo. “Legal... Sí, lo es, pero existe una normativa que desconocen. ¡Legítimo e impúdico!” El grito no fue sofocado y después de la brava expresión del letrado, este se desanudó la corbata y el primer botón de la camisa. “La elegancia no hace para un canallesco”.
    ¿Cuál era esa astilla que le había herido, gestando una incomodidad creciente en su estado de ánimo? Los Lombard, Elliot y Janet, un matrimonio de mediana edad sin recursos, iban a abandonar su modesto piso en la calle Bizancio 22, gracias a las triquiñuelas reglamentarias del buffet mencionado, al servicio de la propiedad.
    En su domicilio, Balsam, sin chaqueta y descamisado, transitaba por una calma agria. Giró la cabeza en el hall, contemplando la pared pintada de gris, y se palpó el contorno de la cara como si estuviera cerciorándose de que no quedaran pelos después de un afeitado. Allí se mantuvo durante unos minutos. No había espejo, lo hubo, hasta que Amanda Garrison, su novia hasta unos meses atrás, decidiera tomar otra vereda y dejarlo. El rito reiterativo de Amanda, de retocarse delante de él, le hizo tomar la decisión de mandar el espejo al trastero. ¿Por qué esa ruptura? Se preguntaba el abogado. Sus líneas de expresión eran casi ebúrneas, el pelo de un dorado intenso, el empaque, los modales... Joseph inspiró aire y lo expulsó igual que un fumador que exhala una bocanada con efecto extasiante, hecho lo cual, abrió un monólogo. “¿Por qué rompió la relación? Amanda es frívola y valoraba mi aspecto, mi situación de potentado. Ella era..." Balsam torció el gesto y ladeó el cuello, esperando una reconfortante mirada que lo auxiliara, ante la frase que había restallado en su mente. “Ella era tan insensible como yo. Menos, de lo contrario seguiríamos juntos.”
    Joseph caminó medio paso con los brazos abiertos, con un desaliento que engordaba su pesadumbre a cada aseveración.
    “Manos de féretro en primavera, sin calor humano. No hay cristal que pueda enseñarme a mí y al resto, la realidad de mi físico. Estoy putrefacto dentro de una cápsula masculina de una presunta apariencia agradable. Me siento como Mr.Scrooge o un vil delincuente de ficción, rencoroso y amargado, tuerto o lisiado. Mi conciencia ha estado tullida hasta esta mañana. El gato me hizo entender. Lo rechacé y aún así me regaló su cariño.” Una centella de euforia lo iluminó. “¡Todavía estoy a tiempo de ser despachado!”. Con el desconcierto que un padre primerizo procede en el momento del parto, Balsam escribió en su ordenador un sucinto correo, donde especificaba a qué normativa y artículo debían apelar los Lombard, para mantener la vivienda. “Esta es una bula que no me exime de culpabilidad. ¿A cuántos habré perpetuado a una existencia indigna, amparándome ante la legalidad? Esta acción sirve para salvar a una familia, pero otro miserable ocupará mi puesto. ¿Y el resto de compañeros? Una horda trajeada con uñas afiladas para inmovilizar a sus presas, labios y cejas impregnadas de maldad y de sigilosas y funestas actitudes reptilianas.” Joseph alzó el mentón pensativo. “¿Puede ser serio un trabajo donde una arruga en la vestimenta es una falta? Somos
actores, mentimos, exageramos o escondemos la verdad para ganar un pleito, por eso el estilismo ha de ser perfecto. Asco, frío y sudor, eso noto al rememorarlo. ¿Y mi jefe, el depurado Sr.Etikka? Que se enfurece cuando recibe una carta y le han puesto solo una “k” en el apellido. ¡Cretino! ¡Maldito orgullo! Si Etikka quiere decir “vinagre” en finlandés. Un hombre pudiente pero mísero de espíritu; así fui yo hasta que he renegado de ser su discípulo." Balsam entrecerró los ojos, expresándose con profunda convicción en su relato.
“Por mucho que haya la luz eléctrica, a ese desdichado lo alumbran hachones funerarios. Es un polizonte entre los vivos, no se llega lejos sesgando ilusiones encubiertas por un conjunto de latinismos procedentes del derecho romano. Es un ser que se siente superior a los demás, por eso pisotearlos no le causa ninguna mella en la conciencia. Puedo oler su dormitorio. Todo él es nauseabundo. Percibo exhalaciones de un orinal rebosante, una de las colonias de los que se encumbran con añagazas."
    En una semana, una terna de acontecimientos trasegaron al abogado arrepentido. Los Lombard habían hecho valer sus derechos y seguirían en el piso, Joseph Balsam había sido despachado, al sincerarse con jactancia de haber asesorado a la parte contraria, pero era feliz.
-¿Por qué estás tan contento? –preguntó Matías, uno de sus excompañeros.
-Tú me ves como un desempleado. He cumplido mi condena. Espero que Etikka difunda mi hazaña entre los del gremio. Antes usaría una pitón como bufanda que regresar a este oficio. Me he liberado de la nube de hollín que me untaba de gris. Perdí mi novia y mucho antes la decencia. Gemelos de oro, camisas de seda, bogavantes... ¡Bon voyage! 
    Balsam, con la mirada henchida, impactó a Matías con su optimismo.
-La caricia inesperada de un animal, el viento cosquilleándome en la frente mientras camino, un trago refrescante durante la canícula, sentir el jolgorio de las risotadas infantiles en un parque... ¡Quiero emular a Gene Kelly y saltar encima de charcos durante un tormentón!
-Perdiste el norte, amigo.
-No. Fueron años de vestimenta impecable, una lujosa momificación. Estaba muerto y he revivido. He recuperado, ¡la alegría de vivir!