"El osario del Dr.Chadose" (fragmento)

Chevalier Sonntager fue introducido en la habitación, quedándose estático, con los codos abiertos y el cuello inclinado, en una postura de marioneta. No le preocupaba el mal carácter de la mayoría de las enfermeras, ni los modales toscos de los celadores, estaba donde quería.

-Mi morada –dijo Chevalier al acariciar y dar una palmada a los rombos de la tela que acolchaba las paredes-. Preferible a una cárcel, hace tiempo que ya estoy en una, empujado hasta ser rehén de mi mente.

    El Dr.Blaster había dado el visto bueno a que ese paciente que ingresaba de forma voluntaria en el frenopático no fuera atado, a pesar de que el enfermo afirmaba dirigirse con extrema violencia, tanto verbal como física. Eran los delirios de un artista malogrado los que se habían apoderado de su personalidad, otrora amable y empática.

-Se me acusa de caprichoso, de tener una piel de organza que no soporta el mínimo roce sin dejar una marca o hacer un rasguño. El que es atropellado por un borracho que se salta un disco rojo ¡también es culpable por cruzar! No me queda más que mostrar mis agradecimientos. Gracias a los que me habéis dejado de lado, arrinconado, obviado en momentos difíciles, los que me habéis engañado hinchando falsas ilusiones personales; gracias también a los trileros de la verdad, a los tahúres de las palabras, a esas falsas amistades enfundadas con la bata del mal funcionario de antaño que postergaban citas inventadas con fines desconocidos: “otro día”, “más adelante”, “ya veremos”, “ya quedaremos”... Gracias por evitarme, por no saludar, por dejar las sillas vacías en mis invitaciones, por no dar respuesta a mis preguntas y por ser tratado como un esclavo sin derechos. Agradecido heme con vosotros, que no sois todos, pero no pocos. Calma, paciencia. Os debo una. Os iré a buscar a casa... y os liquidaré, no importa cómo, siempre y cuando el tránsito sea espeluznante, quizás no será siempre una agonía que perdure, pero sí un fiel castigo con el que me regodearé en una danza macabra hasta descalabraros y moler vuestros huesos y articulaciones. Durante el proceso mascaré una opulenta pitanza, la representación será majestuosa, la mejor música sonará para completar un espectáculo para los sentidos, que se verá solo contrarrestado por la hediondez de vuestra presencia.

    Prosigo. Cuanto más tiempo os rememoro penetra en mí más hambre de maldad, soy insaciable, hasta creo que disfrutaré pinchando vuestros globos oculares con mi dentadura, en una reconfortante sopa en la que los ojos de mis adversarios serán sorpresivos tropezones.

     Después de arrastraros y destriparos, trituraré la osamenta para fabricar golosinas. Sí, un dulce final, más romántico que una pira humana.

    Os felicito por haber sabido forjarme para que operara como un insigne malhechor. Hasta ahora había sido un criminal en potencia, pero el asesino ha nacido y está bautizado. No llegué a ser portada en los periódicos por mis obras literarias, pero en estos se redactará la mejor prosa para que salgan a toda página las crónicas de mis cruentas hazañas.

    Huid, ratitas sin cola. Buscad cobijo en un punto lejano, encerraos a cal y canto, será entretenido buscaros. Como buen aventurero no me faltará un leal acompañante que haga más llevadera mi chifladura; ella no habla, no bebe, ni come, pero silba. Es vieja y oxidada, en cambio, astilla y rompe todo lo que se le pone por delante. Os la presentaré, el óxido de su hoja y el filo mellado  me interesan para que se infecten las heridas de vuestro cuerpo; ese será un juego de laboratorio: añadir elementos nocivos y dolorosos en los cortes y contemplar cómo os invade y evoluciona la necrosis y la putrefacción. Si lo pensáis, es una justa condena.