-Mi morada –dijo Chevalier al acariciar y dar una palmada
a los rombos de la tela que acolchaba las paredes-. Preferible a una cárcel,
hace tiempo que ya estoy en una, empujado hasta ser rehén de mi mente.
El Dr.Blaster
había dado el visto bueno a que ese paciente que ingresaba de forma voluntaria
en el frenopático no fuera atado, a pesar de que el enfermo afirmaba dirigirse con
extrema violencia, tanto verbal como física. Eran los delirios de un artista
malogrado los que se habían apoderado de su personalidad, otrora amable y
empática.
-Se me acusa de caprichoso, de tener una piel de organza
que no soporta el mínimo roce sin dejar una marca o hacer un rasguño. El que es
atropellado por un borracho que se salta un disco rojo ¡también es culpable por
cruzar! No me queda más que mostrar mis agradecimientos. Gracias a los que me
habéis dejado de lado, arrinconado, obviado en momentos difíciles, los que me
habéis engañado hinchando falsas ilusiones personales; gracias también a los
trileros de la verdad, a los tahúres de las palabras, a esas falsas amistades
enfundadas con la bata del mal funcionario de antaño que postergaban citas inventadas
con fines desconocidos: “otro día”, “más adelante”, “ya veremos”, “ya
quedaremos”... Gracias por evitarme, por no saludar, por dejar las sillas
vacías en mis invitaciones, por no dar respuesta a mis preguntas y por ser
tratado como un esclavo sin derechos. Agradecido heme con vosotros, que no sois
todos, pero no pocos. Calma, paciencia. Os debo una. Os iré a buscar a casa...
y os liquidaré, no importa cómo, siempre y cuando el tránsito sea espeluznante,
quizás no será siempre una agonía que perdure, pero sí un fiel castigo con el
que me regodearé en una danza macabra hasta descalabraros y moler vuestros
huesos y articulaciones. Durante el proceso mascaré una opulenta pitanza, la
representación será majestuosa, la mejor música sonará para completar un espectáculo
para los sentidos, que se verá solo contrarrestado por la hediondez de vuestra
presencia.
Prosigo. Cuanto
más tiempo os rememoro penetra en mí más hambre de maldad, soy insaciable,
hasta creo que disfrutaré pinchando vuestros globos oculares con mi dentadura,
en una reconfortante sopa en la que los ojos de mis adversarios serán sorpresivos
tropezones.
Después de arrastraros y destriparos,
trituraré la osamenta para fabricar golosinas. Sí, un dulce final, más
romántico que una pira humana.
Os felicito por
haber sabido forjarme para que operara como un insigne malhechor. Hasta ahora
había sido un criminal en potencia, pero el asesino ha nacido y está bautizado.
No llegué a ser portada en los periódicos por mis obras literarias, pero en
estos se redactará la mejor prosa para que salgan a toda página las crónicas de
mis cruentas hazañas.
Huid, ratitas
sin cola. Buscad cobijo en un punto lejano, encerraos a cal y canto, será
entretenido buscaros. Como buen aventurero no me faltará un leal acompañante
que haga más llevadera mi chifladura; ella no habla, no bebe, ni come, pero
silba. Es vieja y oxidada, en cambio, astilla y rompe todo lo que se le pone por
delante. Os la presentaré, el óxido de su hoja y el filo mellado me interesan para que se infecten las heridas
de vuestro cuerpo; ese será un juego de laboratorio: añadir elementos nocivos y
dolorosos en los cortes y contemplar cómo os invade y evoluciona la necrosis y
la putrefacción. Si lo pensáis, es una justa condena.